
Me negué inconscientemente a viajar, especialmente a los lugares que visite con Lidia por miedo al pánico y a un desconsuelo amarrado a la soledad, pero es lo que el destino me marco y ahora pisando los setenta años, me lanzo a la aventura nuevamente de la vida que me quede, y la salud que me acompañe. Quedan los amigos que siempre están y se hacen sentir cerca y mi hija (con mucho de la madre), y mi nieto, con ellos cuento como un puente hacia mas adelante, hacia un horizonte nuevo donde la desesperanza, el pánico y la depresión no cuentan. Por eso retomare parte de mi antigua vida, lo mejor de ella y lo que mas me gratifique, por un camino nuevo y lleno de nuevos encuentros.
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